lunes, 8 de febrero de 2010

todo por DIOS preso

(“Dios es argentino (garcía)”, el libro del año)

La verdad no tiene remedio y no por ello deja de ser triste. Al menos para muchas almas sin consuelo. En el circuito paupérrimo de la literatura argentina las pasiones tristes estarán en alza. Es que los ciclos cada vez son más acelerados y los bustos se edifican con mayor celeridad y con una correspondiente urgencia se demuelen. Las edades de oro duran suspiros, los hombres, o nombres, áureos, como si fueran hijos no de la espontánea naturaleza sino de la chapuza de un Cagliostro siniestro, a poco truecan en latón cinc chapa, sólo chapa, cartón incluso. Hasta los que han querido hacer del “cartón” una suerte de insignia. Y así acabó la época de los Borges, la de los Lamborghini, la de los Aira, la de los Cucurto, ayer puertas que abrían a lo nuevo y hoy conducen al sótano, donde queda depositada la cultura que ya sólo es cartón, chapa. Se sabe también que desde que Witold Gombrowicz advirtió que los caniyitas eran especímenes literarios mucho mejor dotados que los articulistas de la revista Sur de la señora Ocampo y desde que un muchacho que no distinguía ni por error una v de un b llegó a hacer con sus - plebeyas, desacostumbradas - crónicas de costumbres que un diario multiplicara sus ventas y que una multitud leyera reinterpretaciones criollas de Dostoievsky el escenario de la literatura argentina se volvió indistinguible, inestable, infinito, un tablón al que puede subir cualquiera. Es que la emergencia de X³ en la literatura nacional fue como esos cataclismos sin pronóstico y como ellos se llevó casi todo e igualó a todos convirtiendo a marginados y triunfadores en equivalentes – e irrisorios - sujetos desprevenidos en caída libre hacia el colapso. Irrupción meteórica terminal, epifanía climática liberando las cadenas genéticas de la especie, robo a mano armada del medio ambiente que condena a la automática extinción a los grandes – vetustos - saurios que vivían y opulentos de la vegetación académica y mercantil ya reseca. Cuando este año la incipiente Ediciones “Del Trinche”, pequeña editorial rosarina, publicó el breve “Dios es Argentino (García)” las fichas se movieron de lugar. Y aterrizó de la nada más incognoscible, del suburbio más ignoto donde no llega ningún interurbano cultural, un autor llamado a alterar el orden establecido de manera – no quisiera exagerar – dramática. Cross en la mandíbula pero de un campeón de Kick Boxing, conmoción conciencial no apta para cardíacos, revolución cultural ¡fisiológica!, X³ ya es irrefrenablemente el hecho maldito de la literatura kirchnerista teenager. Pocas veces la historia ha registrado casos de esta naturaleza, la aparición se diría súbita de un autor que no ha necesitado más que una veintena de páginas de un único libro para revocar un orden vigente de jerarquías, provocar en la anquilosada historia de la literatura argentina un brote de la cantidad a la cualidad, un acontecimiento excesivo, cerca de la revolución. ¡“Monstruo de la naturaleza”! como hubo dicho Cervantes de Lope. Y es que a veces el genio necesita gruñir admonitoriamente, levantar apenas una mano amenazante para que un pueblo reconozca la bendición, la bendición de tener entre ellos, a un pastor que los enfila hacia el brete de la grandeza común.
“Violaría a la Sarlo si apenas osara escribirle ni siquiera un epígrafe a mi obra”.
Antiduhalde, adánico, mesiánico: el arribo a la cultura de X³ es en bolas, carente de cualquier aparato, sólo la inmediata verificación empírica que sus páginas ponen ante el lector de que hace pie sobre la superficie de la pileta honda, de que hace saltar a los lisiados y ver a los Georgies.
X³ llega para codear fuera a aquellos que, vindicando todos los valores contrarios al sistema literario dominante y a la clase social que con sus aparatos publicitarios-editoriales contempla sus estrategias, terminaron cerrando todos los pactos, sea con las grandes editoriales que dictaminan el buen gusto de moda en Belgrano, sea con las almas bellas del asqueroso progresismo y sus truculencias cristianas que ven con ojos de ternura el tráfico de las peores pasiones populares, el morbo fascista del día a día de la pobreza sólo si vienen de un eventual sujeto presuntamente adscripto a los últimos estratos socioeconómicos, y a un gueto étnico contrario a la alcurnia que lo legitima. X³ ni siquiera responde a una retórica pregunta por la “calidad”, su literatura simboliza el lenguaje de los excluidos por los excluidos y escenifica valores sociales de los marginados por los marginales, es decir de aquellos dejados afuera por aquellos a los cuales el sistema dejó afuera. Y si este aleatorio sujeto social esfumado entre el polvo de las jaurías careciese de toda aprehensible realidad plural, tanto más justo. El arte textual de magia de X³ hace comulgar – como un Hitler de dedicatoria (a la manera Artaud) el Völkisch y el Kitsch de un modo crucial, funda el género, el Völkitsch, y si no lo funda lo funde lo compacta de una manera única y lo hace acabar consigo. X³ le pide un esfuerzo más al dispositivo nacional de la ternura. Donde era negro pone blanco; donde era rosa, negro. Entra por la puerta de servicio pero desenrollando su alfombra roja, y clama por ocupar el puesto que le sea condigno, y ser por fin, llegado el caso, un último maldito menos. Obvio: que mientras fracase seguirá triunfando.

Luciano García Goebbels
24/1/10 en “Puta Ciudad”

todo sea por NIMO

En un correo electrónico que me envía Johanna López Santos (Quito, 1979) ̶quien a más de arquitecta es investigadora, gestora cultural aguerrida y dueña de una madera literaria indudable ̶ enfatiza que sería un privilegio que le realice una presentación a su libro. Para mí es un gusto acercarme de vez en cuando a la novísima poesía ecuatoriana. Y me alegra, sobremanera, que la escritora publique en Argentina.

A propósito de su libro ̶sin descuidar el país que lo revelará ̶, me permito traer a colación a ese polaco outsider llamado Witold. Como se sabe el autor escribió Transatlántico en aquellas horas inválidas de su trabajo en la sucursal argentina de un banco polaco ̶Johanna alterna con su profesión y sus oficios culturales ̶. Él mismo lo resalta en su prólogo, allí están las esquirlas de su primeriza vida en Buenos Aires tras huir, por casualidad, de la II Guerra Mundial con una camada de colegas polacos.

Así como en Ferdydurke, un humor que no alcanzo a entender, recorre el texto de Johanna y parte de sus 30 años hasta ese albor de su adolescencia o niñez que ella se empeña en cristalizar como el deseo que el mismo Gombrowicz tejió a la sombra de su propia voz “La necesidad de encontrar una forma para lo que todavía está inmaduro...” Inmaduro pero serio, pero rico, pero poderoso.

En NIMO, descuidos de un creador, la imposibilidad crece, se despeña desde la sonrisa párvula y la complejidad del que rasguña las palabras para quererlas vanguardistas.

He disfrutado los títulos y ese Intentario ¿desde un Creatore? en el ánima del personaje infantil que se resuelve con la bifrontalidad de las palabras, su polisemia y el carácter lúdico que refleja su autora. Y la ternura se vuelve evidente, nos embarca en la lágrima que ha de perpetrar la delicia del instante.

Siempre amé los círculos insondables de Paganini, su malabarismo lírico. Es el abrevadero de NIMO, su capricho, su clave o de¬do. Su sueño. La misteriosa inclinación de vivir una vida muy particular.

Paúl Puma
martes, 19 de enero de 2010